En esta reseña trataré de resaltar algunos de los puntos más importantes de este libro, que es una verdadera épica de un hombre luchando contra la desigualdad de formas innovadoras y con una tenacidad sorprendente.
El autor, Muhammad Yunus, es un economista de formación que después de trabajar mucho tiempo en la academia en EU y en su natal Bangladesh, decidió crear un proyecto de acción social en los terrenos alrededor de la universidad donde trabajaba. Descubrió que la mejor manera de satisfacer las necesidades de la población en una verdadera situación de pobreza no era ayudar a los agricultores que poseían tierras o a los pequeños comerciante, sino hacer pequeños préstamos a los verdaderos pobres, aquellos que trabajaban para los primeros, para que tuvieran un capital pequeño con el cual generar ingresos para ellos, en lugar de sobrevivir con los magrísimos salarios que se pagaban o tener que recurrir a los usureros prestamistas locales. Ejemplo sencillo: en muchos de los casos, estos prestamistas otorgaban créditos con tasas del 10% semanal, o bien exigían como condición para la entrega del préstamo un derecho preferencial a precios bajísimos sobre las cosechas de arroz o los canastos que pudieran producir estas personas.
Es importante mencionar aquí que las personas que se encontraban en una posición realmente vulnerable eran las mujeres de los poblados cercanos, debido a que la combinación de factores culturales y religiosos hacían que éstas no pudieran obtener dinero por otros medios, al no poder trabajar fuera de casa(debido a la condición de pureza de la mujer que exige el Corán- purdah-), y fueran constantemente desdeñadas y golpeadas por el imperante machismo en la cultura. Al darse cuenta de esto y de las terribles consecuencias que causaba para las familias enteras (puesto que los hijos dependían para su alimentación sobre todo de las madres) Yunus decidió enfocarse en este segmento, generando una estructura de créditos grupales de cinco personas que se asociasen para obtener capital. Este capital no necesariamente debería destinarse a proyectos productivos. El argumento era sencillo: estas mujeres podían tener muchas ideas de negocio, fuera haciendo canastas, criando ganado o descascarillando arroz, pero si no podían alimentar a sus familias o adquirir un techo para sus cabañas, jamás podrían llevar a cabo estos proyectos productivos.
No quiero hacer de esta reseña un resumen cronológico del movimiento que Yunus fue creando paso a paso, con ayuda tanto del gobierno de Bangladesh como de asociaciones y donadores de todo el mundo. Quisiera enfocarme más en los paradigmas que tuvo que superar Yunus y su banco (llamado Grameen: pueblo o rural en bengalí) para obtener financiamiento, permisos y hasta la confianza de la gente. El primero y más importante es que a diferencia de los bancos tradicionales, Yunus nunca se creyó que las personas pobres fueran más riesgosas para la entrega de un crédito que las personas con más recursos. Su argumento es que las personas pobres necesitan estos microcréditos (que en un inicio eran en promedio de 12 dólares) para sus necesidades más esenciales, y harán todo en su poder para no perder esta fuente de financiamiento. Este argumento se ha probado concluyentemente con los resultados de Grameen, que tiene un porcentaje de pago cercano al 98%, mejor al de muchísimos bancos occidentales de «estirpe». Más aún, la rama operativa de Grameen en México, financiada por la fundación Slim, reporta un porcentaje del 100% (Grameen Trust, 2012).
Otro paradigma que rompe Yunus es que las personas vulnerables solamente pueden salir de la pobreza extrema si se les enseña alguna habilidad, más que mediante el otorgamiento de recursos. Reza el dicho, «Dale un pescado a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá toda su vida». Esta es una simplificación excesiva: la pobreza viene cuando el hombre no puede adquirir las redes, el bote y los demás implementos para pescar! Si los tuviera (o su padre los hubiera tenido) es muy probable que sabría o se las ingeniaría para lograrlo. Las personas en pobreza extrema tienen la capacidad para generar sus propios ingresos: la prueba está en que sin poseer casi nada son capaces de sobrevivir, solamente con su ingenio y su esfuerzo. Otro punto que destaca Yunus en este sentido es que si se permite que las personas no tan vulnerables (no diciendo que no sean pobres en comparación con el estándar de vida occidental, pero sí que pueden satisfacer sus necesidades básicas cotidianamente aún en épocas de escasez) entren en el listado de los beneficiados de la acción social, tenderán a sacar de la jugada a quienes realmente se encuentran en escasez extrema. La razón de ello es tendrán más tiempo, recursos y conocimientos para beneficiarse de los programas. El banco Grameen podría haber sido simplemente un banco de crédito agrícola más, pero decidió no serlo porque quería paliar la ignomiosa pobreza extrema. Y logró hacer esto evitando a todos menos los más pobres de los pobres, que definieron como aquellos que estaban atrapados en la pobreza, sin posibilidad alguna de mejorar su base económica.
-Cómo separaron después a esas personas? La primera manera fue simplemente reduciendo el monto de los créditos hasta un punto en el cual los pequeños agricultores no estarían interesados, pero que a las personas pobres si les podría servir para comenzar a producir un bien o proveer un servicio. En segundo lugar, para garantizar la necesidad de las personas, establecieron que las contratantes deberían juntarse en grupos de 5 para solicitar los préstamos, y que deberían aprobar un examen con las sencillas reglas del Grameen. Finalmente, los propios promotores de Grameen, comprometidos con la idea más que con incentivos de sueldo, buscaban las aldeas más pobres para ofrecer sus préstamos. Todo esto llevó a que los microcréditos de Grameen se otorgasen principalmente a mujeres pobres de las aldeas.
– Yunus piensa que la característica esencial que define la pobreza es la falta de capacidad de retener los rendimientos de su trabajo. Las personas ricas (llámemos así a las no-pobres) pueden retener estos rendimientos, en forma de casas, autos, estudios, o cuentas bancarias. Todo este capital (y no solamente la formación!) es el que genera sus rendimientos. Tienen autos para ir al trabajo, cuentas bancarias para invertir en negocios, casas sólidas donde descansar, y estudios que les permiten obtener un mayor rédito por el trabajo que realizan. Definir a la pobreza solamente en términos de formación o de recursos no es suficiente: lo elegante del esquema de Yunus (que, por cierto, no aprueba los elegantes modelos matemáticos de los economistas, aún teniendo esa formación) es que toma todos esos factores y los explica en un sencillo ciclo retroalimentador. La formación es un factor secundario cuando no se cuentan con los suficientes recursos para poner en marcha las habilidades adquiridas. Pero una vez que se poseen estos recursos «mínimos», es una poderosa fuerza que definitivamente incrementa el ingreso. Tal vez esa es la razón por la cual los economistas siempre recomiendan mayor capital intelectual: los más pobres de los pobres no son el sujeto de su análisis, sino toda la escala social.
-En cuanto a la sociedad en general y la influencia de la pobreza en ella, Yunus nos propone una bonita analogía contrastando su forma de ver la vida con los modelos económicos basados en el crecimiento:
«… todo depende de cómo consideremos que se puede medir el desarrollo económico. Por la renta per cápita? Por el consumo per cápita? Por una medida cualquiera per cápita?
Siempre he estado en desacuerdo con esta forma de definir el desarrollo porque, en mi opinión, ignora la esencia del mismo. Para mí, el hecho de cambiar la calidad de vida del 50% más pobre de la población es la esencia del desarrollo. Siendo aún más riguroso, definiría el desarrollo centrándome en la calidad de vida del 25% más pobre de la población. A partir de ese punto, crecimiento y desarrollo siguen caminos distintos. Quienes creen que crecimiento y desarrollo son sinónimos o se mueven a la misma velocidad, suponen que las diferentes capas económicas de la sociedd están vinculadas de algún modo entre sí, como si de vagones de tren se tratase, y que basta con echar carbón a la caldera de la locomotora para que todo el convoy (y los pasajeros que en él viajan) se dsplacen hacia adelante a la misma velocidad.
Sin crecimiento, nada avanza, es cierto. Pero la tan manida analogía que se establece entre el tren y los estratos socioeconómicos humanos se viene abajo cuando se toma en cuenta un factor muy significativo. El tren se mueve gracias al arrastre (o al empuje) de una locomotora situada en su parte delantera o trasera. Pero en el caso de la sociedad humana, cada entidad o grupo económico dispone de su propio motor. Es, pues, la potencia combinada de todos los motores la que empuja y tira de la economía hacia delante. Si la sociedad no logra encender alguno de estos motores (simplemente, porque ignora algunos de los estratos que la componen) la potencia combinada de la economía se ve sensiblemente reducida. Aún peor, si los motores de los grupos sociales de cola no se encienden, sus vagones pueden ir quedando progresivamente relegados, con independencia de la marcha del resto de la sociedad y en perjuiicio de todos los miembros de la misma, incluidos los mejor sitiados.
Los microcréditos impulsan el movimiento de avance del conjunto del tren porque ayudan a todos los pasajeros de los vagones de la parte de atrás (los de tercera). Eso es algo que, en ningún caso, puede aminorar la velocidad del tren y que sólo puede aumentarla (un aumento que la mayoría de los proyectos de desarrollo actuales no llegan a obtener).
Ni qué decir tiene que la inversión en carreteras, embalses, centrales eléctricas y aeropuertos incrementa la eficiencia de los motores de los coches-cama de primera clase (los más ricos y lujosos) lo cual multiplica la capacidad de conjunto del tren. Pero sigue siendo cuestionable que esta clase de inversiones pueda ayudar a encender -o a mejorar la capacidad de- los motores de los vagones posteriores, los de las demás capas y estratos sociales.
Se traducirán los microcréditos en la construcción de infraestructuras a gran escala? El microcrédito pone en marcha los diminutos motores económicos de la infraclase rechazada por la sociedad. En cuanto empiecen a funcionar un gran número de pequeños motores como ésos, se dará el escenario propicio para retos mayores. Se puede organizar a los microprestatarios y a los microahorradores para que se conviertan en propietarios colectivos de grandes empresas o, incluso, de compañias de infraestructuras. «
Muhammad Yunus(1999), «El banquero de los pobres», trad. de Albino Santos Mosquera, Paidós Ibérica de Bolsillo; Barcelona, España.