Acumular por acumular.

Este artículo me ha sido muy difícil de empezar, por varias razones. La primera es que no sé si estoy técnica o filosóficamente preparado para escribir sobre algo tan complejo y fuera de la medida normal de los conocimientos económicos y financieros. En segundo lugar,  tampoco sé si mi punto de vista en este es el correcto. Finalmente, se basa más en una cierta «intuición» que en una investigación real de los hechos o una estimación. Escribirlo equivale a presumir, con una ambición desenfrenada, que esta intuición es más sensible a la realidad que miles de análisis y comentarios formulados cada día por personas más preparadas académicamente que yo. Me he convencido a escribirlo después de una conversación con un profesor que tuve en UC Berkeley, quien es un verdadero erudito en finanzas. Al discutir el tema de la irracionalidad de los mercados bursátiles, él zanjó la cuestión con un «I do not believe the stock market is fundamentally irrational…». Sin importar quién tenga razón, esto me enseñó que aún los más eruditos dependen para el progreso de su ciencia de intuiciones y feeling. Puede ser tan valiosa mi intuición como la suya.

En primer lugar, admitamos (una fuerte admisión) que una gran parte del crecimiento exponencial de las economías modernas no ha resultado en incrementos sustantivos en satisfacción de vida, debido a diversos factores:

-Afectación de este mismo crecimiento en el medio ambiente y la salud.

-Incremento en el estrés por la competencia.

-Retroalimentación constante de la población (en términos coloquiales, las mejoras de técnicas sanitarias y recursos disponibles hacen que más niños nazcan y sobrevivan, mismos que se «comen» los incrementos en recursos).

-Inflación de los mercados bursátiles, al invertirse gran parte de los excedentes en mercados financieros y no en proyectos productivos.

(y muchos otros!)

Mi explicación (mitad intuitiva, mitad de conocimientos) para esto es la siguiente:

Nuestro modelo ( cuando digo «nuestro» me refiero a la civilización moderna, digamos, a partir de 1800) se concentra en la maximización de los márgenes de ganancia de cada entidad (sea un individuo o una empresa). Cada quien debe luchar (y de hecho lo hace) por su pedazo de pastel. Se restringe a los jugadores mediante normatividad pública para cada país, de tal forma que todos juegen bajo las mismas reglas y se minimice el daño causado. Al final, se asume que ganarán los más preparados, los que más aporten a la sociedad, y en general los mejor adaptados al mercado. Esta conformación darwiniana de los mercados implica que cada persona es una especie diferente, y que llegaremos al progreso mediante la adaptación. Esta es una manera de describir la «mano invisible» de Adam Smith: los mercados siempre tienden a la optimalidad. Las restricciones frenan el crecimiento económico de la civilización, medida en términos del PIB. El crecimiento genera más productos, que generan más riqueza, que disminuyen la pobreza. La riqueza se distribuye mágicamente, conforme los ricos gastan el dinero y otras personas menos capaces los reciben en términos de sueldos o productos vendidos. Aquí ya podemos detectar dos de las fallas del modelo:

-Algunas personas (podríamos llamarles «los ricos»)  llegan al nivel de satisfacción en su gasto, y lo demás lo invierten en mercados financieros o en nuevas empresas, buscando generar rendimientos que incrementen . El componente de mercados financieros de esta inversión no llega nunca a las manos de los pobres, que no pueden invertir en estos mecanismos porque no tienen el conocimiento suficiente, dejando los rendimientos sin trabajar en manos de los más favorecidos. Adicionalmente, este fenómeno explica la sobrevaloración constante (y posteriores caídas) de los mercados bursátiles.

-La segunda falla es que el modelo asume que tenemos que competir, lo que nos dice que las personas lucharán con todo lo que tienen por sobrepasar las regulaciones (ambientales y legales incluidas!). Estamos trabajando no por incrementar el nivel de satisfacción de toda la población, sino que cada quien trabaja por incrementar su nivel de satisfacción, mediante la pauta de consumo que marca el mismo modelo (aunque no siempre se logre una mayor satisfacción al incrementarse el consumo de la persona!).

-El factor mediático de años del mismo modelo no puede dejarse de lado. Medimos el éxito de un país en términos del crecimiento del PIB ,sin tomar en cuenta la destrucción de recursos naturales no cuantificados en el proceso productivo medible, ni la inflación que viene incorporada a este crecimiento, ni el incremento en población que lo respalda. Cuando se ve en las noticias un PIB verde deflactado per cápita*? Jamás. También medimos el éxito como el incremento en la cotización de las bolsas de valores, como si fuera posible que las corporaciones incrementaran constantemente sus ganancias, hasta el infinito. Lo que da miedo es pensar cuánto caerán las bolsas, esas frágiles construcciones de nuestra imaginación, si alguna de las innumerables amenazas a nuestra civilización ocurre. Creo sinceramente que nos hemos salvado por los pelos muchas veces, por una combinación de buena suerte, fe, relaciones públicas y la inconmensurable capacidad humana de cerrar los oídos.

Necesitamos un cambio de conciencia, y una parte de ese cambio es en la educación financiera. Tenemos que superar la idea de que el mercado siempre genera lo mejor, de que siempre debemos buscar el máximo rendimiento, y de que la bolsa siempre sube. Si no llegamos a un modelo donde la gente trabaje por lo que necesita, y no acumule fortunas desesperadamente, nuestra civilización nunca será sustentable. **

* La búsqueda de una medida que describa correctamente el progreso de un país es el equivalente al Santo Grial de la economía, y diversos intentos se han hecho, restándole la inflación, los costos ambientales, y hasta los costos criminales. Como un ejemplo, el país de Bután, en Asia, ha rechazado en su totalidad esta medición, sustituyéndola por un índice de felicidad: así, sin buscarle tres pies al gato.

**Admito también que este monólogo va en contra de muchas de las teorías y postulados que he detallado en este blog. No necesariamente implica contradicción: una cosa es cómo funciona el sistema, y otra muy distinta es si este funcionamiento es el correcto!

Bibliografía:

Sobre la sustentabilidad y el cambio de conciencia:

Abdullah, Sharif (2001), «Un mundo para todos», Oxford University Press México, DF.

Sobre las mediciones alternativas al PIB:

Peter Montague (1981), «Measuring progress», citado en Environmental Research Foundation, disponible en línea en:

http://lists.essential.org/1996/dioxin-l/msg00611.html

Sobre la bolsa de valores y su irracionalidad:

Shiller, Robert(2005), «Irrational Exuberance», Currency Editorial.

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